Saturday, 18 September 2021 19:07

ORSO, Luis Garcia, MEXICO, Spanish/ EL VIOLIN

LUIS GARCIA ORSO EL VIOLIN




EL VIOLÍN .
(Francisco Vargas, México, 2006)

SHORT REVIEW

El violín (Francisco Vargas, México, 2006) sigue las andanzas de un viejo campesino y músico, don Plutarco Hidalgo, junto con su hijo Genaro y su nieto adolescente Lucio, que van tratando de librar el acecho de un destacamento de soldados que avanzan por las aldeas de la sierra en busca de guerrilleros, y que han destruido y quemado sus casas. Los pobladores han tratado de organizarse para defenderse y resistir; Don Plutarco lo hará con el recurso de su violín y de su música.

La narración cinematográfica de El violín se encarna tan honestamente en la realidad de los pueblos latinoamericanos que siempre la sentimos cercana y vivamente dolorosa, por más que nunca se diga en qué lugar y en qué tiempo está situada. El violín es una película íntegra, comprometida, sin falsas complacencias. En ella, la esperanza que encarnan los desposeídos y la capacidad de trascender y perseverar que alienta la música, son el regalo de esta historia tan universal. La película ha acumulado unos treinta premios, desde que el año 2005 fue apoyada con el Premio SIGNIS para su postproducción.

LONG REVIEW

El violin sigue las andanzas de un viejo campesino y músico, don Plutarco Hidalgo, junto con su hijo Genaro y su nieto adolescente Lucio, que van tratando de librar el acecho de un destacamento de soldados que avanzan por las aldeas de la sierra en busca de guerrilleros, y que han destruido y quemado sus casas. Los pobladores han tratado de organizarse aun militarmente para defenderse y resistir, y los tres familiares intentan hacer llegar más municiones. Don Plutarco lo hará con el recurso de su violín y de su música.

El primer largometraje del joven mexicano Francisco Vargas impacta por la precisión y sobriedad de su narración, la pureza y belleza de su fotografía en blanco y negro, la sinceridad y veracidad con que todos los actores –profesionales y no- encarnan personajes del pueblo, y el compromiso entrañable con la realidad de los pobres que transparenta la historia cinematográfica. Una mención especial merece la actuación de don Ángel Tavira, músico de la sierra de Guerrero, quien siendo joven perdió la mano derecha en la explosión de un cohete y aun así se convirtió en un virtuoso y maestro del violín, y que no sólo representa al personaje protagónico en la película, sino que lo vive con total sinceridad, entrega y veracidad, como quien sabe en carne propia de qué se trata.

La narración recupera el origen de la creación, cuando la tierra fue dada a los hombres para vivir; luego sobrevino el despojo ambicioso e injusto que perpetran unos cuantos. Sobre ellos se alza la dignidad y la lucha de los “hombres verdaderos” para que la tierra vuelva a ser lo que era en el principio. La figura del octogenario Plutarco, todo él digno, entero, perseverante, y la música de su violín, serán entonces la representación de este compromiso, de esta lucha, de esta esperanza: cuando la música acompaña y alegra a las mujeres y los niños que huyen de la represión, cuando el violín seduce y casi doblega la fuerza opresora del capitán, cuando el nieto ha de seguir tocando y no rendirse, hasta que lleguen los tiempos de la vida y de la luz para el pueblo.

La narración cinematográfica de El violín se encarna tan honestamente en la realidad de nuestros pueblos latinoamericanos que siempre la sentimos tan cercana, tan viva, tan dolorosa, por más que nunca se diga en qué lugar y en qué tiempo está situada. El violín es una película íntegra, comprometida, sin falsas complacencias. En ella, la esperanza que encarnan los desposeídos y la capacidad de trascender y perseverar que alienta la música, son el regalo de esta historia tan nuestra y tan universal. La película ha acumulado unos treinta premios, desde que el año 2005 fue apoyada con el Premio SIGNIS y el de Casa de América para su postproducción, y luego escogida en 2006 para una sección del Festival de Cannes.


CÓMO VER Y COMENTAR UNA PELÍCULA/CRITERIA FOR FILM REVIEWING

Como espectadores descubrimos maravillados que en la pantalla de un cine se cuentan historias tan parecidas a las nuestras que nos hacen emocionarnos e identificarnos, reír y llorar, pensar y soñar. Muchas películas son para cada espectador espejo de la vida, diálogo interior, motivación para animarnos y luchar por algo valioso. El cine es capaz de provocar una experiencia espiritual hecha de historias vividas y compartidas, de significados de la vida, de sentimientos y cuestionamientos, de movimientos interiores, que llevan a un diálogo vivo del espectador con la película, consigo mismo y con otros espectadores.
Para hacer este diálogo podemos fijarnos en seis recursos: el inicio de la película, el final, una escena o un símbolo que a uno le impresionó, el título del filme, y un personaje.


El inicio

Las primeras imágenes de una película pueden contener toda la película: la historia, la presentación de personajes, la trama, el nudo, el conflicto, las claves de interpretación… Perderse los primeros minutos es, a veces, perderse la película; captar lo que ese inicio nos da es gustar, comprender, adentrarnos, en toda la historia que se nos cuenta. Si en sus primeros diez minutos una película no es capaz de agarrarnos, interesarnos, implicarnos, emocionarnos, muy difícilmente lo va a lograr el resto de la cinta. Para la comprensión de una película, cada uno recogerá lo que más le llama la atención de su arranque: una imagen, una frase, un sonido, un detalle, un gesto, etc. Al final, todo cobrará sentido.

Una vieja camioneta corre por una carretera vacía, en medio de una amplia y despoblada llanura del noroeste americano. Es la misma imagen en la primera y en la penúltima secuencia de la película Brokeback Mountain (Secreto en la montaña, Ang Lee, EU, 2005), sólo que con veinte años de distancia; pero la imagen tiene por igual la fuerza y la tristeza de un alma sola que avanza en medio de un paisaje desolado.

En el largo, pausado y hermoso inicio de Luz silenciosa (Stellet Licht, Carlos Reygadas, México, 2007), la oscuridad de un paisaje en los campos menonitas de Chihuahua va siendo iluminada lentamente por la luz del amanecer, hasta el punto de no dejar más negrura sino el esplendor de una mañana de sol brillante. Al final de la película, un día después, el amanecer nos evocará a Aquel que, como luz silenciosa, “hace salir el sol sobre buenos y malos, y manda la lluvia sobre justos e injustos”


El final

La evolución de la historia que se nos cuenta ha de llegar a un nudo y un desenlace. El tiempo que se lleve llegar a ese final varía, pero quizás rondará en unos quince o veinte minutos; los últimos cinco serán decisivos. Un buen director será el que sepa cómo llegar ahí sin que perdamos el interés, la emoción, la comprensión de la historia, sino todo lo contrario. Una conducción equivocada de la película hará que ésta se desinfle, se confunda, se pierda, o que el final resulte artificial, manipulado, inverosímil, irreal…Un buen final deja el sabor de la sorpresa, la admiración, la emoción; nos deja el placer de que se nos hizo llegar hasta el final de una historia en la que estábamos embarcados junto con los protagonistas y no se nos abandonó en el camino. Podremos gustar y comprender más una película recordando la última imagen, palabra, gesto, canción, melodía…

Para los que saben ver una película y se quedan hasta los créditos finales, Diarios de Motocicleta (Walter Salles, Brasil-EU, 2004) trae un regalo al final: las fotos reales de 1952 combinadas con las escenas de la gente del pueblo en la cinta, ambas en blanco y negro, como fundiendo cincuenta años de distancia; con una bellísima canción del uruguayo Jorge Drexler: “Tanta lágrima y yo sólo soy un vaso vacío…pero creo que he visto una luz al otro lado del río”, que da sentido a las escenas anteriores, y la mirada del ahora octogenario Alberto Granado al avión en que el jovencito Ernesto Guevara regresa a su Buenos Aires.


Una imagen

Cada espectador puede recoger al final de una película la imagen que más le impactó, le gustó o le disgustó, le conmovió, le implicó, le dejó pensando… Es importante que sea sólo una imagen, no toda la historia, ni muchas escenas, y que se quede con esa sola imagen. Ella contiene para él todo el secreto, todas las claves, de la historia. ¿Qué sentimiento me dejó esa imagen?, ¿qué me sucedió?, ¿qué me impresionó más?, ¿qué me hizo pensar?, ¿a dónde me llevó?, ¿con qué me relacionó?, ¿qué dice de mí esa imagen y con qué se relaciona de mi historia?

El disparo de un rifle unirá de repente, como por accidente y también necesidad, a los distintos personajes de Babel (González Iñárritu, EU, 2006); cambiará el rumbo de la historia y los afectará para siempre. Un accidente fortuito, un evento inesperado, una decisión repentina, entrecruza vidas separadas y las conecta con nuevas decisiones por tomar y nuevos caminos por andar. Y a partir del imprudente disparo, la herida provocada; no sólo la herida física, sino las heridas emocionales en cada uno de los personajes.


Un símbolo

Una imagen en alguna escena del filme, por ejemplo: un objeto, un detalle, un letrero, algo que sucede sin mayor importancia, etc., puede ser una imagen simbólica, es decir, puede estar hablando de algo no explícito, puede remitir o relacionar con algo más hondo, puede contener algún significado interior, sin que necesariamente el director mismo sepa por qué quiso dejar eso ahí, o el espectador sepa por qué le llamó la atención ese detalle. Retomarlo y desentrañarlo llevará a cada uno personalmente a significados que se le están ofreciendo detrás del símbolo.

Kieslowski puede hacer de los objetos más comunes el hilo de una historia: un teléfono en Rojo, una lámpara o una taza de café, en Azul; un telescopio y una botella de leche en No amarás (Decálogo 6), una computadora, un perro muerto y el hielo, en Decálogo 1... Historias redondas, perfectas, entrañables, porque están siempre cerca de la vida y de nuestras vidas; historias que nos revelan el secreto de las cosas y del alma detrás de unos símbolos.

Y en El camino a casa (de Zhang Yimou, China, 1999) el amor se va haciendo con la espera y la fidelidad, materializada en un plato de comida, un prendedor para el pelo, un estandarte rojo, una cubeta de agua, o un arreglo de papel de China,

El título

También podemos comentar qué nos dice el título de la película, ordinariamente el título original: ¿a qué se refiere, con qué lo relaciono de la película, qué clave de compresión me ofrece, cómo lo entiendo yo?
En Temporada de patos (Fernando Eimbcke, México, 2004), un cuadro de poco valor y escaso gusto estético - una temporada de patos junto a un lago - puede significar muchas cosas importantes si se aprende a ver junto con otros; así ayuda a evocar la fecha de un nacimiento, el motivo de una discordia, la pregunta escondida en el corazón, lo que hace falta hablar, la decisión que hay que tomar… Cada cosa que nos rodea en el pequeño espacio que habitamos puede unirnos o separarnos.

Hable con ella (Pedro Almodóvar, España, 2002) es una historia de hombres que miran, se enamoran, lloran, acompañan, ayudan, hablan, como Benigno y Marco los protagonistas. Hablan, aunque parezca que la mujer amada no escucha, porque creen que el alma de su bella durmiente puede escuchar; hombres que hablan y acompañan porque creen que es posible pasar de la muerte a la vida; hombres que se atreven a llorar porque las lágrimas son señales de cuánto se ama.


Un personaje y su espíritu

Cada uno de los personajes, o quizás mejor un solo personaje, me ha dejado una cantidad de sentimientos en el desarrollo de la historia narrada en la pantalla. Recoger esos sentimientos es reconocer que estoy implicado en la película, que ésta ha tocado mi interior, que la película ha valido para mí…Puedo preguntarme ¿con qué personaje me identifico más?, ¿en qué?, ¿qué dice de mí ese personaje?
Cuando vemos una película entramos en contacto cercano con historias humanas y, en ellas y a través de ellas, con el “espíritu” de hombres y mujeres; es decir, con aquello que anima a esas personas, las guía, les da sentido a sus vidas, las hace amar y luchar, salir adelante y lograr sus esperanzas, las ayuda a vivir y morir por algo que vale. Se nos concede el privilegio de recibir de ellos la motivación de sus vidas. Por eso puedo aprender mucho de la vida si reconozco el espíritu qué anima a algunos de los personajes de un filme.

Así, por ejemplo, puedo ver cuál es el espíritu que mueve a la generosa cocinera francesa refugiada en una aldea de pescadores daneses como sirvienta de dos hermanas solteras y muy religiosas en El festín de Babette (de Gabriel Axel, 1987), o a Manuela, la protagonista de Todo sobre mi madre (Pedro Almodóvar, 1999) que va a Barcelona tras la muerte accidental de su hijo para buscar al padre, y crea una cadena de entrañable solidaridad entre mujeres.

En conclusión:

El espíritu transmitido en una película puede ayudarnos a imaginar y elegir algo mejor para nuestra propia vida y la de nuestro mundo, algo que tenga más sabor de felicidad, de humanidad, de convivencia, de amor y de dignidad. Encontrarlo en una película y compartirlo a los demás es gozosa tarea de un amante del cine.




BIOGRAPHY

Born in Tijuana, Mexico, has been a Jesuit priest since 1973. He teaches Fundamental Theology and is the author of numerous articles and three books on cinema and spirituality (Imágenes del espíritu en el cine, Una guía para ver cine, Cómo aprovechar la espritualidad del cine). He is former president in Mexico of OCIC and SIGNIS, during 1995-2006, and member of Latinamerica Board.

He has been a SIGNIS jury member in many national and international film festivals.